Sexualidad
Celebremos la vida. Celebremos el amor. Toda la libertad de la experiencia humana se basa en la honestidad. Honestidad hacia uno mismo y honestidad hacia los demás. La honestidad es la clave de la felicidad personal.
Hay más dogmas y al mismo tiempo más puntos de vista diferentes de la fe en torno al tema de la sexualidad que en torno a cualquier otro tema - excepto el camino "correcto" hacia la verdad divina. Este dogmatismo no surge de la nada, porque ambas afirmaciones esenciales de la experiencia humana no sólo están relacionadas entre sí, sino que forman dos facetas de una misma verdad: cómo queremos experimentarnos y entendernos a nosotros mismos. Y así es como las áreas más maravillosas de la experiencia humana se han llenado de miedos que han sido sembrados en nosotros. Si queremos experimentarnos como seres sensuales en toda nuestra divinidad -y lo sabemos en lo más profundo de nuestro corazón- y, por otro lado, los mitos teológicos morales de nuestras generaciones maternas y paternas y nuestras propias ideas autoimpuestas enturbian nuestro camino hacia nosotros mismos, no es de extrañar que los conflictos internos ardan en nuestro interior. La forma natural de enfrentarse a la sexualidad es el destete de la "gente civilizada" desde una edad temprana, hasta el punto de que se nos enseña a buscar y recibir "nuestras" verdades de los demás. ¿Cómo, según nos dice nuestro subconsciente, podemos dejar que nuestras fantasías y deseos giren en torno a hechos lujuriosos (no exclusivamente sexuales) durante la mayor parte de nuestra existencia, y sin embargo, por otro lado, "saber" que precisamente esas ideas y experiencias lujuriosas "no deben ser" - porque así lo "enseñan" tantos "maestros"?
En toda esta experiencia se plantea la cuestión de si queremos vagar por la vida determinados por otros, o si queremos encontrar nuestras propias respuestas dentro de nosotros mismos.
Al igual que no se pueden imponer límites al amor por amor (los límites surgen del miedo), también podemos imponer restricciones a nuestra sexualidad si queremos experimentarnos en libertad. Que dos seres encuentren su camino hacia el otro por el deseo más profundo de su corazón, o que simplemente quieran disfrutar del otro por un deseo "despectivo", es algo que depende de ellos. Y si un ser siente un fuerte deseo en su interior y quiere liberar esas energías satisfaciéndose, ¿por qué no? Que todos disfrutemos de nuestras delicias. La moralidad comienza donde se detiene el sentimiento. Y son nuestros sentimientos los que hacen que nuestra existencia sea verdaderamente *preciosa*.
La energía sexual es la forma más elevada de expresión de nuestro yo a nivel "material". Y que se exprese siempre de forma lúdica, si queremos comprender y experimentarnos viviendo en libertad. Cómo y a través de qué queremos experimentar y vivir la lujuria individual no puede estar determinado por ningún código estandarizado. El amor, la libertad, el juego, el sexo... todo esto va unido.
En mi opinión, la espiritualidad y la vivencia consciente de la propia sexualidad no se excluyen mutuamente, sino que son, en el aspecto más elevado del amor, una expresión de la verdadera libertad. La mayoría de los Padres de la Iglesia de las más diversas confesiones (los hombres, que en particular quieren prohibir a las mujeres la sexualidad gozosa con la acusación de lascivia...) restringen a los fieles según sus respectivos puntos de vista dogmáticos. Que el espíritu libre sople y refleje su efecto sanador también y especialmente en la expresión gozosa de nuestra lujuria. Y esto no sólo con el fin de la procreación. Nuestro cuerpo, el vehículo de nuestra alma, nos fue dado como un regalo para que podamos experimentar el "ser" dentro del mundo relativo de lo físico. Todas las posibilidades de expresión a las que nos lleva nuestra imaginación son agradables a Dios. Si queremos experimentarnos como dioses vivos convertidos en seres humanos, nuestro gozo de experimentar en el campo de la sexualidad nos ofrece grandes posibilidades. Lo que está permitido es lo que agrada - si nuestro deseo en la expresión está en armonía con los deseos del otro ser de nuestro estar juntos. Sin embargo, muchos seres en algunas estaciones de sus viajes espirituales pueden decidir no percibir su propia sexualidad. Si este deseo, esta confesión, es una decisión consciente y libremente tomada, no nos limitamos al practicar la abstinencia. Sin embargo, si seguimos algún tipo de dogma según el cual creemos que el espíritu "puro" debe practicar en castidad para alcanzar la iluminación (o para experimentar la bendición y la gracia divinas), actuamos por el aspecto del miedo y esto nunca conduce a la experiencia de la libertad, y mucho menos a la iluminación.
Por lo tanto, tengamos cuidado de no sustituir los viejos dogmas por otros nuevos y disfrutemos de las múltiples facetas del amor de forma lúdica y alegre...
"¿No he elegido una forma deliciosa de hacer más de ti?"
Una voz de Dios en: Neale Donald Walsch, Conversaciones con Dios - Volumen I
