

My cosmos
Soy un ser humano que camina por la tierra
Nací en una vida con el objetivo de alcanzar la iluminación. Mi viaje comenzó en el cielo, donde todos nuestros viajes comienzan y terminan.
Conozco algunos de mis renacimientos. Recuerdo vívidamente secuencias de vidas en el Tíbet como monje budista y de la India como brahmán. Muchas de mis vidas se dedicaron a mi formación espiritual y a la exploración de los misterios del universo.
Este viaje tuvo sus orígenes mundanos en tiempos pasados como un aminoácido molecular. Toda la vida es ensouled. La conciencia es gradual y encuentra el camino de su formación dependiendo del cuerpo terrenal elegido. Así, una ameba puede hacer exactamente lo que uno debe ser capaz de hacer como ameba - al igual que uno puede hacer como ser humano lo que uno debe ser capaz de hacer como ser humano. Aquí no hay valencia en el sentido de que la vida más desarrollada sea más valiosa que la célula inferior. El espíritu que llena nuestro ser vive en todo el cosmos. En cada célula del cuerpo y en la danza de los átomos de la piedra más dura. La vida es movimiento y el movimiento es vida.
Nuestro nivel material de experiencia forma sólo una faceta diminuta, pero esencial, del espectro energético dentro de la burbuja de energía-materia que constituye nuestro cosmos. Innumerables niveles energéticos componen el espectro del arco iris de la existencia, y todos los reinos interactúan recíprocamente entre sí. Cada ser encarnado viene al mundo con una tarea muy específica que SOLO esa alma puede cumplir. Por muy iguales que parezcamos en la comunidad, todos somos individuos. El intento de organizarnos socialmente proviene del profundo anhelo de la seguridad de los cielos. Sólo cuando el amor nos arroja a la más profunda oscuridad, nos vemos obligados a llevar nuestra luz al exterior. Y cada uno de nosotros es una estrella brillante e iridiscente.
La estructura planetaria de un sistema solar también tiene varias facetas o niveles de conciencia. Así como nosotros, como seres humanos, nos percibimos individualmente, los planetas también tienen una conciencia singular que trasciende la totalidad de las conciencias individuales de sus criaturas, aunque éstas tengan su parte en el evento total. A partir de los niveles individuales de conciencia planetaria se forma la conciencia solar como conciencia colectiva. De ésta, a su vez, surgen las conciencias de sector y las conciencias de cuadrante. Culminando este caballete se encuentra una conciencia colectiva galáctica, que en su conjunto es más que la suma de sus partes.

Esta forma materialmente experimentable de la verdad espiritual encuentra su correspondencia en forma multidimensional y extradimensional. Así, la existencia humana se percibe en otros niveles energéticos como la luz más pura y, de nuevo, otras esferas reflejan nuestro ser como tonos en el espectro de frecuencias. No hay límites a la variedad de experiencias sensoriales posibles - lo que puede ser soñado se convierte en realidad en este u otro plano.
El poder que actúa a través de nuestro ser es de origen divino - sin principio y sin fin, sin principio y sin fin, sin espacio y sin tiempo. Sólo la configuración de nuestra experiencia cósmica le da forma.
Así, nuestro trabajo en la tierra es llevado por la presencia divina y es igual a las apariencias esféricas según su naturaleza. Las valencias en el sentido de "más grande y más pequeño" en el significado espiritual encuentran esta expresión en el mundo de la dualidad, que nuestras leyes físicas nos permiten percibir.
La meta es la unidad
La fuerza que lleva a los átomos a separarse (fisión nuclear) da tanta energía como la que los une (fusión nuclear). En su experiencia emocional estos dos polos "miedo y amor" son para nosotros seres materiales que sin embargo "representan el espíritu en la unidad". Ambos dan energía.
Como humanos, tendemos a separar. Tal vez porque nos experimentamos a nosotros mismos como separados del Cielo. La verdad es que no estamos NUNCA separados del Cielo.
El Cielo es sólo un estado mental.
Si queremos comprender nuestra inserción en los acontecimientos cósmicos y energéticos, podemos recurrir al poder de nuestro corazón. Al igual que la llama de una vela es una expresión de la energía divina, nuestras emociones nos muestran el camino. Un intelecto entrenado puede ser importante para calcular fórmulas, pero probablemente nunca penetrará plenamente en la realidad debido a sus limitaciones.
Extendamos ambas manos hacia el poder de nuestros corazones y demos forma a nuestro mundo en una verdadera asociación.
Saludos cordiales,
brah
